Con su habitual flema británica, el cantante de Oasis recibe al SI! en Francia para hablar de su nuevo disco y quejarse de que nadie se da cuenta de la real importancia de su banda...
Vas a entrar ahí? ¡Suerte! Si ese pibe está en un buen día, te vas a encontrar con un troglodita. Si no...". El que avisa (¿para no traicionar?) es Noel Gallagher, que nos ataja al paso del camarín que habita su hermano Liam en el interior del Zenith de Lille (Francia), apenas una hora antes del show. A la altura de su propia leyenda, que llegó a incluir peleas a puro golpe de bate de cricket, parece una advertencia suave. O la tregua definitiva de dos personalidades irreconciliables, que incluye apenas un par de puteadas cruzadas por nota y punto. Suficiente como para que la leyenda continúe.
Un rato antes, al Gallagher chico se lo veía caminando de esa manera tan particular (en puntas de pie, tan cancherito, como en la Argentina caminan Moris y Andrés Calamaro). Iba y venía: después entraba y le daba unos rasgueos a la acústica, con la puerta abierta, puro precalentamiento exhibicionista. Ahora, cuando extiende la mano, nos la deja mojada de transpiración. Va de impecable negro, con un saco alto, anteojos ahumados y pin de Elvis Presley. El pelo es el de Jagger en la tapa de Between the Buttons (67). Se pone de perfil al grabador y le habla oblicuo, escupiendo las respuestas en un cerradísimo cockney. Y lo de escupir es literal: cada vez que abre la boca, el aire se llena de rocío de flemita inglesa.
—Se hizo un lugar común del hecho de decir que "Don't Believe the Truth" viene a ser una suerte de "renacer" para la banda. ¿Vos qué pensás?
—Que es una mierda muy romántica. Que hayamos perdido a un par de integrantes en el camino no significa que hayamos abandonado. O derrapado. Somos grandes, muy grandes. Muchas de las bandas que hoy son populares pueden apenas soñar con la cantidad de cosas que hicimos nosotros. Así que déjense de romper las bolas...
—¿Pero no hay un poco de autocrítica? Porque "Standing in the Shoulder of Giants" (2000) y "Heathen Chemistry" (2002) no fueron precisamente grandes discos...
—¿Ah sí? ¿Y quién lo dice? ¿Vos? ¡OK! Puedo coincidir en que este último es mejor, pero nadie se da cuenta de la importancia de Oasis, con sus altos y sus bajos. Dentro de veinte años iré a un pub y me encontraré con Bono y Chris Martin y les diré en la jeta lo que ahora mismo sé que va a pasar. ¿Sabés qué es? Que pasó el tiempo y... ¡boludos!, no cambiaron el mundo. ¡Porque nadie puede cambiar este jodido mundo! Entonces va a ser demasiado tarde. Lo que quiere la gente es ir a verme cantar, a escuchar esas grandes canciones, venir con los amigos, tomar cerveza, ver si levantan algo.
—Te iba a preguntar por qué no tocaron en el Live 8, pero ya me siento contestado...
—Ni hablar. No hay caso. Es todo un club de jodidos ricos haciendo el ridículo por una causa imposible. Ridículo.
—En el disco escribiste una canción que se llama "Guess God Think I'm Abel" (Dios piensa que soy Abel). ¿Eso indicaría que Noel es Caín, el hermano malo de la Biblia?
—El tema habla de nosotros dos, de dos opuestos que forman una unidad. Hay algo que nos une para siempre, que es el vínculo de la hermandad. Fuera de eso, somos un equipo que trabaja para un fin común, que es Oasis. En el camino podemos putearnos, agarrarnos a piñas, de todo. Pero que no venga ningún forro a hablarme mal de él...
—En un principio el disco iba a ser producido por los Death in Vegas. ¿Qué pasó?
—Pasó que no funcionó, porque nuestras canciones todavía no eran lo suficientemente buenas. Así que postergamos todo y nos libramos de una situación embarazosa. Cuando empezaron a aparecer las canciones, retomamos. Fue una buena decisión.
—Están por venir a la Argentina por tercera vez. ¿Qué recuerdos tenés de las otras dos veces (1998 y 2001)?
—La pasamos muy bien. Los recuerdo como gente muy apasionada y a la vez muy respetuosa. También recuerdo especialmente un par de borracheras.
—¿Qué te parecen las nuevas bandas de tu país, como Kaiser Chiefs, Bloc Party, Babyshambles...?
—No me gustan nada. Una cagada. Son el equivalente musical del fast food.
—¿Qué opinión tenés de los escándalos que rodean a Pete Doherty?
—Es un pobre tipo, que se está cagando la vida a él y a los demás. Aparte, no me parece ningún gran compositor.
—Cuando empezaste, dijiste que Kurt Cobain no tuvo huevos y que por eso se pegó un tiro. ¿Te arrepentís?
—¡Qué sé yo! Lo único que puedo decirte es que eso está dentro de una larga lista de boludeces que yo podía llegar a decir entonces.
—Ahora parece que la última pelea fue con los Franz Ferdinand. ¿Cuál es el problema?
—¿Problema? Ninguno, man. Ninguno. Ellos van y boquean para que les publiquen el chimento, pero a mí nadie me dice nada en la cara. Porque si lo intentaran, les llenaría la trompa de dedos. Así de simple.
—¿Qué bandas estás escuchando?
—Los de siempre, los que nunca me fallaron: Beatles, Stones, The Who, The Kinks...
—Hablando de The Who, están cerrando los shows con "My Generation". ¿Cómo te llevás con la frase "espero morir antes que llegar a viejo"?
—¡A la mierda con eso! No lo creo. No soy yo. Quiero llegar a viejo. No te olvides que estás hablando con quien canta "Vivir para siempre" (Live Forever).
Anticipo de como es el show
El chabón, un hooligan-wannabe, se estira como un cisne sobre sus amigos y empieza la arenga. "Ouaishish, ouaishish". Lleva una remera celeste del Manchester City que tiene el nombre de un hit de los Gallagher, Supersonic. Igual que unos 3 mil ingleses, optó por pasar el domingo a la tarde en Lille (norte de Francia) viendo a su banda favorita. Igual que los argentinos que cruzan el "charco" para ver al Indio Solari en Montevideo. Piden cerveza de a dos o tres vasos, ponen nerviosos a los correctísimos patovicas franceses y pasan olímpicamente de un merchandising feo y caro (60 euros la remera). El Zenith de Lille es más grande que Obras y más chico que el Luna Park: se baila la música previa que programaron los Gallagher (13th Floor Elevators, Echo & The Bunnymen y Hawkwind) y se mira con indiferencia a los soportes, los belgas Yeti. Con Turn Up the Sun, los Oasis arrancan y se plantan como sexteto, con un tecladista con pinta de Jon Lord (Deep Purple). Suenan más a la pared de sonido a volumen brutal del Luna del '98 que a los dispersos y confundidos del Campo de Polo del '01. Al guitarrista Gem Archer y el bajista Andy Bell se los nota convincentes para los arreglos y reclamos de Noel Gallagher. Y Zak Starkey es mucho más que el hijo de Ringo Starr: es el mejor batero que tuvieron hasta ahora. El repertorio habla mucho del recorte que los Oasis hacen de su carrera: todos los clásicos de los primeros dos discos, nada del tercero (Be Here Now), cositas del cuarto y el quinto (una versión muy psicodélica de Hindu Times, por ejemplo) y casi todo Don't Believe the Truth. Pulgar arriba para la versión de Cigarettes and Alcohol, con Liam arrastrando a lo Johnny Rotten y la banda llevando el riff como un boogie de T. Rex. Pulgar abajo para la floja entrega de Live Forever, uno de sus mejores temas. Noel tiene su momento de gloria con su hit de aquí y ahora (The Importance of Being Idle) y con el clásico Don't Look Back in Anger, al que la tribuna premia cantando el estribillo y dejándole descansar los agudos. La despedida llega con una más que correcta My Generation, con Andy Bell repitiendo al dedo el solo de bajo de John Entwistle. Ultimo bis, chau. Liam les pide a los ingleses que "se porten bien". Se van con una sonrisa, relajados, después de haberse dado cuenta de que ya no compiten por el número 1.
Un oasis porteño
Oasis toca en el Campo de Polo de Bs.As. el 10 de marzo, para el ciclo Personal en vivo: tres fechas (completan Santana, el 9/3, y Jamiroquai, el 22/3), con shows y otras actividades. Oasis ya vendió 25.000 entradas y tiene teloneros confirmados: Turf, Juana la Loca y Estelares.
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